El concepto de ‘vida privada’ es cada vez más difícil de delimitar, pues todo el mundo invoca su derecho a ella pero pocos parecen ser conscientes de que también exige obligaciones.

FacebookEl problema es que, gracias a las redes sociales, este debate entre lo que se muestra y lo que no, ya no es ámbito exclusivo de los famosos. Todos somos el célebre protagonista de nuestro propio Facebook y, además, nuestros propios paparazzi.

El asunto se ha agravado recientemente, cuando ha salido a la luz que los programas de espionaje estadounidenses se beneficiaban de la información vertida en Internet para llevar a cabo sus pesquisas. Fue una noticia que generó mucho revuelo en un primer momento, pero que en nada ha modificado la actitud de los usuarios para con las redes sociales.
De hecho, los números revelan todo lo contrario. Según el último estudio del IAB (Interactive Advertising Bureau) al respecto, ocho de cada diez internautas (españoles) usa las redes sociales. Esto supone un aumento del cinco por ciento con respecto a los resultados obtenidos en 2011.

Sin duda es Facebook la que se eleva como la red social preferida: 14 millones de argentinos entran a Facebook todos los días. Así lo reveló la compañía, que registra 22 millones de usuarios en el país, el tercero en América latina detrás de Brasil (tercer país en número de usuarios) y México.

La popularización de los smartphones ha contribuido a este crecimiento, pues cualquiera, esté donde esté, puede acceder a su cuenta y actualizar lo que hace en cada momento.
El número de usuarios no hace sino crecer, y cada vez es más frecuente dar parte de lo que estamos haciendo en el momento mismo de llevarlo a cabo.

¿Tenemos derecho, entonces, a reivindicar con fervor la intimidad de nuestra vida privada? ¿Es lícito espetar a los demás que “no se metan donde no les llaman” cuando constantemente damos muestras e informaciones de todo aquello que no interesa a nadie?

La importancia de la mesura
El problema no son las redes sociales en sí mismas, sino el uso que hacemos de ellas. Pero las publicaciones impúdicas o las confesiones inadecuadas que se quedan por escrito son más frecuentes de lo que deberían. Por un lado, parece evidente que hay cosas que no deben decirse en las redes sociales,

El sociólogo de la Universidad de Niza Emmanuel Kessous señalaba en Le Monde que se trata de una extraña paradoja sobre la vida privada. “La gente se queja por estar vigilada, pero se exponen cada vez más”, explica el sociólogo.

En la misma línea habla Dominique Cardon, sociólogo y autor del libro La Démocratie Internet, quien cree que los usuarios de Facebook, Instagram o Twitter tienen mucho más miedo a la “vigilancia interpersonal” (la que opera entre sus amigos y familiares) que a la vigilancia, al fin y al cabo muy abstracta, del Estado.

Parece que para beneficiarse de las ventajas que estos medios ofrecen sin caer en riesgos inabarcables, debemos hacer un uso más moderado de los mismos.

Facebook puede ser un lugar idóneo para compartir vídeos, música, comentarios de felicitación o ideas, pero no para contar secretos o revelar intimidades. Más si tenemos en cuenta el gusto que da ver la reacción del interlocutor cuando se entera de algo que no debe ser contado.

Fuente: elconfidencial.com

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