La búsqueda desesperada de likes y la inversión de horas para mirar fotos, historias, videos y transmisiones en vivo pueden transformarse en conductas patológicas.


Es una escena cotidiana, mil veces repetida: el o la adolescente mirando fijamente la pantalla del celular, parpadeando apenas, por horas. Es un signo de época, sí. Pero también puede convertirse en una adicción, igual que las adicciones a sustancias, en este caso a comportamientos. La Asociación de Psiquiatría de Estados Unidos y la Organización Mundial de la Salud ya tipificaron como adicción a la dependencia patológica de los videojuegos. ¿Y las redes sociales? ¿También pueden generarla?

“Hago una distinción entre uso excesivo dependiente y la adicción -explica Laura Jurkowsky, psicóloga y directora de Reconectarse.- Hay casos de adicción, pero no son muchos, y para que existan debe haber un comportamiento compulsivo, buscando algún tipo de satisfacción inmediata [los likes]. Y ahí aparece otro indicador, la tolerancia: la necesidad de estar más tiempo conectado para poder obtener lo que en un primer momento se obtenía en menor tiempo, al igual de lo que ocurre con la bebida o el juego. Y finalmente debe aparecer el síndrome de abstinencia, que es cuando al no poder realizar el comportamiento, se sienten altos montos de malestar, irritabilidad o agresividad”.

En el país no existen estadísticas oficiales actualizadas sobre qué redes sociales utiliza la generación de hasta 25 años. El último trabajo del Sistema de Información Cultural de la Argentina (Sinca) es de 2017 y debía repetirse en 2021, pero no se hizo a causa de la pandemia.

Más del 30% usa entre 3 y 4 redes y las favoritas son Instagram (por lejos, con el 61%), Tik Tok (26%), Twitter (23%), Pinterest (21%) y Facebook (21%). Cifras de 2020. Eneique Carrier

Redes preferidas

Cuándo es demasiado

Germán Beneditto, psicólogo clínico especialista en tecnoadicciones, plantea que lo que abunda es un uso excesivo, pero dice que no se atrevería a hablar de adicción. “Con la pandemia y la necesidad de conectarnos online con el estudio o el trabajo existe una aceptación social del uso del móvil y las redes”.

Al respecto, Jurkovski aporta: “Hay un uso dependiente si empiezan a producirse conflictos en otra área, por ejemplo, si bajan las calificaciones en la escuela, si se desconectan de sus amigos, si todo gira en torno del celular o si se convierte en el único interés. La irrupción del coronavirus acrecentó la problemática de algunos chicos que ya tenían dificultades para relacionarse socialmente. Algunos se quedan hasta muy tarde y al día siguiente no se pueden levantar porque no tienen ninguna otra motivación ni deseo de hacer otra actividad o de salir. Hubo casos en los que costó mucho que regresaran a la escuela”

El director de Fundación Manantiales, Pablo Rossi, advierte que cada año se registra un incremento en las consultas…Aproximadamente el 30% de quienes atendemos sufre adicción a la tecnología. El contexto de cuarentena ha facilitado la hiperconectividad en todas las edades, pero debemos estar atentos a las consecuencias pospandemia que pueda generar esta situación”.

Las redes sociales no sólo permiten la ilusión de la omnipresencia e hiperconectividad sino que también ponen en juego el tema real – irreal. “Los filtros y los accesorios cosméticos permiten acercarse al ideal de belleza, de cómo nos gustaría mostrarnos, cómo nos gustaría que nos miren, a menudo buscando la mayor aceptación posible, de una manera compensatoria de las propias inseguridades. Y es un círculo vicioso: lo que se muestra es perfecto, lo mejor. Eso genera muchísima frustración e inseguridad en quienes tratan de acercarse a ese ideal que propone otro, que tampoco es real. Uno ve muchos influencers en la red y piensa que llevan una vida idílica y, sin embargo, lejos están de tenerla”.

El experto precisa que Instagram y Tik Tok son las que producen más dependencia y avisa que el uso desmedido provoca otros efectos negativos, desde problemas posturales hasta síndromes como el denominado Fomo (fear of missing out), es decir, el temor a dejar pasar algo que sucede en el mundo de las redes.

La repercusión de las propias publicaciones abre un capítulo complejo. “Se desesperan si las fotos que suben a Instagram no consiguen suficientes likes. Querer agradar a nuestros pares es algo normal, pero buscar desesperadamente la aprobación de otros puede convertirse en una adicción donde se evidencia una baja autoestima”.

Sobre la edad más conveniente para entregar el primer celular a un hijo la mayoría de los expertos coinciden que es durante el último año de la primaria, a los 12 años y siempre hay que acompañarlos para evitar no solo el potencial adictivo sino el mal uso, como el acceso a contenidos no adecuados, sexting o cyberbulling.
El celular no debería prohibirse en el aula, sino incorporarse en las materias curriculares. Hay escuelas que lo utilizan como herramienta educativa. No está bien un uso sin contenido académico, que debería limitarse o prohibirse.

Algunas recomendaciones: el diálogo familiar y hasta dieta digital.

Los especialistas recomiendan que los chicos no se lleven sus celulares a las habitaciones, dejar un lugar reservado en la casa para recargar los aparatos, establecer momentos en que nadie los use y hasta desconectar el router para que no haya acceso a internet.

Fuente: La Nación

Leer la nota del diario: Del uso desmedido a la adicción. Cuándo debe preocuparnos la dependencia de las redes sociales

Seguir a Mabel Campanelli en Seguir a MabelCampanelli en Twitter